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sábado, 17 de septiembre de 2016

OBITUARIO PARA JUAN CARLOS FLORES: El sepelio, Las cenizas en el mar, los poetas lo recuerdan, la contingencia de la muerte.


Juan Carlos Flores es un SER de una estela de energía y un legado vivo incalculable, más que por lo que dejó de forma objetual, por lo que dejó de forma aural. El impacto de su presencia en el mundo es un misterio que se devela y vuelve a ser misterio para volverse a develar.
Aquí congregamos las letras que han aparecido y congregaremos las próximas, las que vendrán.

Alberto Virella, Agregado Cultural en Cuba durante el auge de la Alternatividad artística cubana (2003-2006) recuerda y valora a Juan Carlos flores.

El Ciervo Encantado, que dirige la Maestra única Nelda Castillo, publica su pena y pone a Juan Carlos en el centro de su creación.

Adriana Zamora, narradora de Alamar, conocedora de todo el espíritu mítico e influyente de Juan Carlos y de OmniZonafranca, estuvo todo el tiempo junto a Amaury Pacheco Omnipoeta e Iris Ruiz desde esa mañana que su cuerpo se veía colgado desde la calle. Parecía que estaba sentado leyendo, pero en verdad dormía para siempre. Adriana nos narra la peregrinación hasta el mar y nos trae la voz de sus amigos en la poesía y en la vida.

Norge Espinoza, una voz que admiramos y respetamos, un intelectual mayor, pone su nota sobre la nota de la UNEAC ante la muerte de Juan Carlos, su suicidio, ser consecuente.


Tomado de Diario De Cuba

OBITUARIO

Un poeta feroz

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Juan Carlos Flores. (O.L. PARDO LAZO)
Uno de los más valiosos y radicales poetas contemporáneos ha concluido su obra. Ha colgado la pluma colgando su cuerpo por el balcón de su casi vacío apartamento en Alamar, ese barrio construido para "el hombre nuevo" al este de La Habana. Ese lugar donde lo que más crece es la desesperanza, solo atenuada por la lucha por la supervivencia.
En Juanca, la primera se transformó en ira y la segunda en un combate sin tregua, a muerte. No por la supervivencia, sino frente a todo lo que atenta contra la dignidad humana, a la mezquindad que asfixia la libertad, a la estupidez que aplasta a la inteligencia. 
En 2006 realizó una de sus obras más experimentales y audaces: Vegas Town. Siendo consejero cultural y de cooperación de la embajada de España en Cuba, tuve el privilegio de colaborar con él en este proyecto de poesía antropológica.
Juanca decidió desplazarse desde la marginalidad urbana a una de tantas localidades del sur de provincia Habana, donde malviven los olvidados del campo. Pasó varias temporadas conviviendo con ellos, hasta convertirse en la voz de esos sin voz. Me contaba cómo hizo allí amigos, sobre todo entre los más jóvenes, con quienes siempre disfrutó practicando algún deporte; cómo se convirtió en uno más de la comunidad. Y escuchándoles desde su hipersensibilidad, la indignación y el dolor se destilaron en poesía.
El resultado fue la publicación de un CD extraordinario, donde su voz aparece enredada en los sonidos y ruidos de Vegas, y que merece estar, completo, en toda antología de poesía cubana contemporánea.
En junio de 2015 vi a Juanca por última vez, en su piso de Alamar. Fueron unas horas impresionantes. Desplegó para mí su poesía, en forma de conversación, de actitud ante el mundo.
Citó a San Juan de la Cruz y a Santa Teresa de Jesús, por sus versos insuperables. En estos últimos años se había alejado de muchos amigos, sobre todo de los que se encontraban próximos a él. Su orgullo, intacto; su seguridad, total; su independencia, a cualquier precio; su libertad, incorruptible. 
Desde la fachada de un bloque idéntico a decenas de otros, Juanca expuso su última obra. Su obra permanece, y seguirá siendo necesaria. Pero quienes lo admiramos lo hacemos también por su valentía y por una rara generosidad: dio su voz a los más desvalidos y no aceptó casi nada de nadie.
(Publicado en Facebook)

Con gran pena recibimos la noticia del suicidio del Poeta Juan Carlos Flores. Le conocimos hace varios años en el festival Poesía sin fin, organizado porOmni Zona Franca, y su poesía ha sido desde entonces una fuente de inspiración principal para nosotros. Se ha ido su cuerpo físico pero nos deja una obra esencial e indócil, como fue su vida.
LITERATURA

Tomado de Diario De Cuba

Juan Carlos Flores descansa en la Playa de los Rusos

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Amigos acompañan las cenizas de Juan Carlos Flores a la Playa de los Rusos. (M. MATIENZO)
Este 14 de septiembre Juan Carlos Flores logró reunir en la funeraria de Alamar a todo tipo de personas. El poeta tenía amigos en todas partes, desde el kiosco donde tomaba café por las mañanas hasta los escritores de la UNEAC.
"Estoy en shock", dijo la poeta Reina María Rodríguez. "Juan Carlos era un amigo de toda la vida y un gran poeta".
"Un hermano", lo definió el escritor Ismael González Castañer. "Compartimos toda una vida humana real. Hasta para anunciarnos su muerte fue especial, fíjate que me llamó otra hermana, Elvira Rodríguez Puerto, desde Alemania, para darme la noticia a mí que estoy en Cuba".
González Castañer recordó los días en que se reunían en talleres literarios "gente que nos íbamos a querer toda la vida (…) Él, Armelio Calderón, Jorge Alberto Aguiar, Pedro Marqués y yo".
"Era muy generoso, pero le decía la verdad a la gente, hacía una crítica real, una crítica sincera, sin odio, por eso a la gente le gustaba tallerear con él".
El escritor Ricardo Alberto Pérez dijo que fue un privilegio ser su amigo. "Para mí Juan Carlos Flores es una de las personas que he conocido que más ha creído en la poesía. Uno de los poetas más auténticos que ha producido este país, sin distinción de épocas. Muchos pensamos que con la profundidad con que él entendía el hecho poético, con la profundidad, sobre todo, que sabía leer a los grandes poetas, muy pocas personas están dadas a tener ese don".
El poeta Sinecio Verdecia destacó la misma característica. "Todos sabemos que era un completo iconoclasta, pero de alguna manera tenía una visión muy clara y respetaba lo que él creía".
La artista y activista Ailer González admitió que cuando conoció a Juan Carlos Flores se sintió intimidada. "Tenía una mirada muy fuerte", explicó. "Luego comencé a conocerlo mejor y dentro de su estado de semilocura a veces estaba muy alegre y a veces estaba muy críptico, entonces era perturbador. Pero cuando lo escuchabas leer su poesía, decías 'aquí hay algo grande'. Fue una influencia fortísima para mucha gente de aquí, de Alamar".
Como prueba de esta afirmación acudieron a la funeraria muchos jóvenes, como el artista plástico Wilay Méndez, quien dijo: "Se ha ido uno de los poetas más grandes que ha tenido Cuba".
Aunque Ailer González opinó que Juan Carlos "era un alma que ya tenía que irse, que no cabía más aquí", Ismael González Castañer insistió: "Él será siempre ese duende loco que ninguno de nosotros puede imaginar que se haya suicidado".
"Que esté en el Parnaso de los sublimes", pidió Ailer González. Castañer lamentó: "Nosotros criticamos las frases hechas y los lugares comunes, así que yo no tengo forma de decir que él está aquí, que para mí no ha muerto. Mira como han reunido amigos y no hemos empezado a hablar de poesía, pero seguro lo haremos más tarde, porque Juan Carlos es poesía".
Y con su poesía se celebró al poeta cuando, a las tres menos cuarto de la madrugada del día 15, en el salón 5 de la funeraria de Alamar quedaron junto con el ataúd las flores, las velas y el incienso.
A esa hora, los asistentes, incluido Jorge, el hermano médico de Juan Carlos Flores, salieron al pequeño parque frente a la funeraria y, en medio de la oscuridad, leyeron por turnos textos de su libroDistintos modos de cavar un túnel. Mientras uno leía, otros iluminaban las páginas con las pantallas de sus teléfonos móviles. Algunos hicieron anécdotas del poeta, otros elogiaron sus libros. Todos brindaron por él y su poesía al final, con una botella de vino tinto compartida.
Cenizas al mar
Tanto su hermano como los amigos decidieron evitarle el horrible ataúd y las maltrechas coronas de flores comunes a todos los fallecidos en el territorio nacional.
"Si Juan Carlos no era un hombre común, ¿por qué vamos a despedirlo como si lo fuera?", preguntó un amigo.
Por eso, todos estuvieron de acuerdo en cremarlo y esparcir sus cenizas en la costa alamareña.
Allí, en la Playita de los Rusos, lugar donde se bañaba y escribió el borrador de algunos poemas, fueron mezcladas sus cenizas con el mar, luego de caminar en procesión por el mismo camino que él utilizaba para llegar.
Yohamna Depestre le dedicó unas palabras de agradecimiento y un poema:
"Acaba de hacer lo que tengas que hacer ya,
loco
le gritaron
esa mañana al tomar el café
y fumar su cigarrillo.
Se colgó en el balcón como respuesta
de lo dicho.
Dejando una nota:
"A aquellos los traidores"
Si los vecinos llegan y protestan
qué es lo que puede hacer un poeta
un mísero poeta
sino dejarse ir.
(Publicado en Facebook)

La nota que ha circulado la Asociación de Escritores de la UNEAC para informar sobre la muerte del poeta Juan Carlos Flores y dar sus condolencias, no incluye un elemento esencial: su suicidio. Quienes conocimos a Juan Carlos supimos siempre de su autenticidad y de su desequilibrio, de sus depresiones y sus obsesiones. Ocultar ese detalle, que es crucial, no es compatible con el recuerdo de alguien que habló de la vida y la muerte en términos claros y muy personales. Su nombre se añade al de otros tantos suicidas de las letras y el arte de Cuba. Ser consecuente con su decisión, y no escamotearla, es ser fiel al Juan Carlos que recordaremos siempre, por doloroso que sea reconocer el método que eligió para abandonar este mundo. Vaya como un golpe su memoria, para los que le conocimos sin máscaras, tal cual era.


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