Amigos acompañan las cenizas de Juan Carlos Flores a la Playa de los Rusos. (M. MATIENZO)
Este 14 de septiembre
Juan Carlos Flores logró reunir en la funeraria de Alamar a todo tipo de personas. El poeta tenía amigos en todas partes, desde el kiosco donde tomaba café por las mañanas hasta los escritores de la UNEAC.
"Estoy en shock", dijo la poeta Reina María Rodríguez. "Juan Carlos era un amigo de toda la vida y un gran poeta".
"Un hermano", lo definió el escritor Ismael González Castañer. "Compartimos toda una vida humana real. Hasta para anunciarnos su muerte fue especial, fíjate que me llamó otra hermana, Elvira Rodríguez Puerto, desde Alemania, para darme la noticia a mí que estoy en Cuba".
González Castañer recordó los días en que se reunían en talleres literarios "gente que nos íbamos a querer toda la vida (…) Él, Armelio Calderón, Jorge Alberto Aguiar, Pedro Marqués y yo".
"Era muy generoso, pero le decía la verdad a la gente, hacía una crítica real, una crítica sincera, sin odio, por eso a la gente le gustaba tallerear con él".
El escritor Ricardo Alberto Pérez dijo que fue un privilegio ser su amigo. "Para mí Juan Carlos Flores es una de las personas que he conocido que más ha creído en la poesía. Uno de los poetas más auténticos que ha producido este país, sin distinción de épocas. Muchos pensamos que con la profundidad con que él entendía el hecho poético, con la profundidad, sobre todo, que sabía leer a los grandes poetas, muy pocas personas están dadas a tener ese don".
El poeta Sinecio Verdecia destacó la misma característica. "Todos sabemos que era un completo iconoclasta, pero de alguna manera tenía una visión muy clara y respetaba lo que él creía".
La artista y activista Ailer González admitió que cuando conoció a Juan Carlos Flores se sintió intimidada. "Tenía una mirada muy fuerte", explicó. "Luego comencé a conocerlo mejor y dentro de su estado de semilocura a veces estaba muy alegre y a veces estaba muy críptico, entonces era perturbador. Pero cuando lo escuchabas leer su poesía, decías 'aquí hay algo grande'. Fue una influencia fortísima para mucha gente de aquí, de Alamar".
Como prueba de esta afirmación acudieron a la funeraria muchos jóvenes, como el artista plástico Wilay Méndez, quien dijo: "Se ha ido uno de los poetas más grandes que ha tenido Cuba".
Aunque Ailer González opinó que Juan Carlos "era un alma que ya tenía que irse, que no cabía más aquí", Ismael González Castañer insistió: "Él será siempre ese duende loco que ninguno de nosotros puede imaginar que
se haya suicidado".
"Que esté en el Parnaso de los sublimes", pidió Ailer González. Castañer lamentó: "Nosotros criticamos las frases hechas y los lugares comunes, así que yo no tengo forma de decir que él está aquí, que para mí no ha muerto. Mira como han reunido amigos y no hemos empezado a hablar de poesía, pero seguro lo haremos más tarde, porque Juan Carlos es poesía".
Y con su poesía se celebró al poeta cuando, a las tres menos cuarto de la madrugada del día 15, en el salón 5 de la funeraria de Alamar quedaron junto con el ataúd las flores, las velas y el incienso.
A esa hora, los asistentes, incluido Jorge, el hermano médico de Juan Carlos Flores, salieron al pequeño parque frente a la funeraria y, en medio de la oscuridad, leyeron por turnos textos de su libroDistintos modos de cavar un túnel. Mientras uno leía, otros iluminaban las páginas con las pantallas de sus teléfonos móviles. Algunos hicieron anécdotas del poeta, otros elogiaron sus libros. Todos brindaron por él y su poesía al final, con una botella de vino tinto compartida.
Cenizas al mar
Tanto su hermano como los amigos decidieron evitarle el
horrible ataúd y las maltrechas coronas de flores comunes a todos los fallecidos en el territorio nacional.
"Si Juan Carlos no era un hombre común, ¿por qué vamos a despedirlo como si lo fuera?", preguntó un amigo.
Por eso, todos estuvieron de acuerdo en cremarlo y esparcir sus cenizas en la costa alamareña.
Allí, en la Playita de los Rusos, lugar donde se bañaba y escribió el borrador de algunos poemas, fueron mezcladas sus cenizas con el mar, luego de caminar en procesión por el mismo camino que él utilizaba para llegar.
Yohamna Depestre le dedicó unas palabras de agradecimiento y un poema:
"Acaba de hacer lo que tengas que hacer ya,
loco
le gritaron
esa mañana al tomar el café
y fumar su cigarrillo.
Se colgó en el balcón como respuesta
de lo dicho.
Dejando una nota:
"A aquellos los traidores"
Si los vecinos llegan y protestan
qué es lo que puede hacer un poeta
un mísero poeta
sino dejarse ir.
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